sábado, 11 de febrero de 2012

LA VIDA EN SALILLAS DE JALON (1900-1980)

La vida de ahora no es como la de antes; vivíamos con cuatro perras, trabajos duros y pocas comodidades”. Esta frase y similares son el sentimiento generalizado de muchos de los vecinos más mayores de Salillas, que con nostalgia pero sin pena recuerdan aquellos difíciles tiempos hasta la llegada del desarrollo económico en España a partir de los años sesenta cuando las condiciones de vida cambiaron poco a poco en el medio rural. En este artículo describiremos brevemente las formas de vida y trabajos que se sucedieron en Salillas a lo largo del siglo XX.

La Casa:

La casa, como en todos los pueblos de Aragón, constituía la unidad básica de la producción mediante la explotación de sus propiedades familiares. También la consideramos como una unidad de consumo de los recursos obtenidos y como una unidad en la vida social en sus relaciones con el resto del vecindario.

Para la supervivencia de cada casa fue fundamental el cultivo de las pequeñas parcelas que en forma de huerto cada familia poseía en las cercanías del pueblo, constituyéndose en la principal fuente de recursos. Las huertas abastecieron de los alimentos básicos a las casas (verduras, hortalizas, legumbres…). Hoy en día todavía son visibles algunas huertas en el camino del Molino que sirven como distracción a unos cuantos de los vecinos jubilados con tiempo libre; como complemento de estos recursos las casas disponían de los alimentos obtenidos con los animales domésticos (gallina, cerdo, vacas, palomas,…) que se criaban en los corrales. De este modo la matanza del cerdo (matacía) en los meses de invierno garantizaba carne para el resto del año, mientras las vacas, gallinas, conejos, palomos, etc suministraban diariamente leche, huevos y carne durante todo el año. La presencia de animales en las casas se recuerda hasta mitad de los años ochenta; desde entonces su presencia en la vida de los vecinos ha sido testimonial.

Por tanto solo se acudía a las tiendas para adquirir aquellos alimentos y otros bienes que no podían obtenerse con los propios medios de la casa como naranjas, sal, café, aceite o pescado. Nos encontramos en una economía de autoabastecimiento y autosuficiencia donde se intentaba conseguir todo lo necesario para vivir con los recursos que cada casa poseía, dejando solo lo imprescindible para el consumo exterior en las tiendas o en los arrieros que llegaban al pueblo en carros y viejas furgonetas ofreciendo sus productos en la plaza o directamente por las casas. Queso, frutos secos, cestas de mimbre, quincalla, abalorios, aceite, calzado, miel, especias, traperos (intercambiaban ropa por alimentos), leña (sarmientos de Tabuenca)… son algunos de los productos que recuerdan comprar nuestros mayores a los vendedores ambulantes. También algunos oficios, sin presencia en el pueblo, se acercaban para ofrecer sus servicios como los afiladores y estañadores (reparación de ollas y cazuelas metálicas).

La presencia de vides en los montes de secano de “El Goce” suministró a las casas las cosechas de uva necesarias para la elaboración de vino en las muchas bodegas en el barrio de las Cuevas, así como la obtención de recursos económicos con la venta de la uva o producción de vino. En la actualidad no quedan viñas en “el Goce”.

Un pequeño recurso económico habitual en muchas casas fue la venta diaria de la leche excedentaria obtenida de las vacas de la casa a uno de los vecinos intermediarios que recogían la leche para las Centrales Lecheras. También, de forma más puntual, la venta de las pieles de los zorros cazados gracias a los cepos que se ponían por los campos suponían la entrada de algún dinero.

Conseguir trabajo así como obtener alimento para la casa se convertía en aquel entonces en el objetivo diario de los miembros de cada familia.

Analicemos brevemente algunos de estas actividades que constituyeron un importante apoyo económico para la supervivencia de las casas.

La agricultura, principal medio de vida.

Una primera aproximación la hacemos a través del Censo Agrario dada la tradicional actividad agrícola como medio de vida de la mayoría de la población. El primer censo agrario fiable data de 1962, justo en el límite del comienzo de los cambios en el medio rural. Para la recogida de información en la elaboración de dicho Censo Agrario debemos aclarar previamente lo que el censo definía por explotación agraria, diferenciando

 entre:
- “Explotación Agraria con tierra” a cualquier extensión de terreno, en una o varias parcelas contiguas o no, que formen parte de una unidad técnico-económica de la que se obtienen producciones agrícolas, ganaderas o mixtos.

- “Explotación agraria sin tierras” a toda empresa que posea en total dos o más cabezas de ganado vacuno, caballar, mular, asnal, ovino, caprino, o porcino; veinte o mas gallinas, patos y gansos; veinte o mas conejos. Este ganado puede tener cualquier empleo o destino y estar en zonas rurales o urbanas

Con esta definición tan amplia, la gran mayoría de las familias de Salillas formaban parte del censo como explotación agraria con o sin tierra, ya que con una mínima parcela o dos animales era suficiente para su inclusión.

Antes de comentar los datos del censo debemos recordar que Salillas contaba en 1960 con un censo 667 habitantes y una extensión municipal de 2.51 km2 o 251 hectáreas (según Instituto Aragonés de Estadística). Los datos del censo abarcan tierras fuera de los límites municipales ya que las explotaciones gestionadas por los vecinos de Salillas se extendían más allá de los límites del término municipal.

Los datos recogidos en el Censo se podrían resumir en los siguientes aspectos : De las 158 explotaciones agrícolas censadas solo 2 de ellas no tienen tierra de cultivo (explotación agraria sin tierra); mientras que de las explotaciones con tierra, un total de 156, el 65% de ellas tienen menos de 5 hectáreas considerándose como pequeñas explotaciones; El total de las hectáreas censadas que cubren las 158 explotaciones fue de 871 hectáreas, de las que el 19% corresponden a las explotaciones de menos de 5 hectáreas antes citadas.

El total de parcelas censadas en estas 871 hectáreas fueron 958, de las cuales el 78% tenían menos de una hectárea de extensión. Respecto al régimen de Tenencia, el 65% de las hectáreas cultivadas es explotado directamente por sus propietarios quedando el resto en régimen de arrendamiento 12%, aparcería 18% y un 5% para otros tipos no definidas
Tras analizar los datos del censo llegamos a unas consecuencias:

- Una fuerte desigualdad en el reparto y explotación de la tierra, donde unas pocas explotaciones agrícolas consideradas de tamaño mediano y grande abarcan gran parte de la extensión cultivable, dejando a la mayoría de explotaciones (de pequeño tamaño) con poca tierra para el cultivo.

- Asimismo una fuerte parcelación formando un minifundismo extremo; Por otra parte la gestión mayoritaria de las explotaciones se llevó a cabo de forma directa por el propietario, sin descartar otras formas más minoritarias.

Esta situación trae como consecuencia que buena de los componentes de las familias deban buscarse otros trabajos para obtener recursos económicos, ya que el pequeño tamaño de sus explotaciones, unido a la temporalidad de los trabajos agrícolas y el elevado número de miembros por familia (entre tres y cinco hijos por matrimonio) no permitía vivir a toda la familia de la venta de las cosecha obtenida en las pequeñas explotaciones familiares

Para garantizar que cada familia tuviera al menos alguna parcela que cultivar el Ayuntamiento arrendaba a bajo precio a aquellas familias sin tierras o con muy pocos terrenos, dos fanegas o "hanegas" de tierra (aprox 1425 m2) para que pudieran trabajar la tierra y obtener recursos. La zona de las piscinas y las placas solares fueron una de las zonas cedidas en parcelas a los agricultores para su aprovechamiento.

Las especies que se cultivaron en Salillas han ido variando a lo largo del tiempo. Durante el siglo XIX, los cereales, mayoritariamente trigo y cebada y en menor medida maíz, ocuparon la mayoría de los cultivos. Tanto Madoz en su recorrido por los pueblos de Aragón con datos recogidos en su Diccionario Geográfico y Estadístico de 1855 como el “Anuario de Producción Agrícola y Ganadera” de 1857 así lo atestiguan.
Huertas proximas al pueblo en invierno (foto 2009)


Con la ubicación en Epila en 1904 de la fábrica azucarera y posteriormente la de Calatorao (1921-1924), la vega del Jalón se vuelca en el monocultivo de la remolacha azucarera especialmente durante los primeros cuarenta años del siglo XX, desplazando al trigo y cebada a un segundo plano. A partir de los años cuarenta el retroceso en el cultivo de la remolacha por la bajada del precio dada el exceso de oferta en el mercado, entre otras muchas razones, así como la aparición del Servicio Nacional de Trigo en 1939 que compraba las cosechas de trigo a los agricultores a buen precio provocó que los cereales y la remolacha se repartieran, según nuestros mayores, a partes iguales las tierras de cultivo en la vega del Jalón. En los años sesenta con la fábrica de Epila en pleno declive, el maíz sustituye a la remolacha y se convierte durante esta década en el principal cultivo junto al trigo. En los primeros años de la década de los setenta la introducción de los frutales, en especial de la manzana, cambió de nuevo radicalmente el paisaje de la vega del Jalón. Así en 1978 según el estudio de Ministerio de Agricultura sobre cultivos y aprovechamientos del suelo las plantaciones de manzanos ocupaban un 70% de los terrenos cultivados dentro del pequeño término municipal de Salillas.

La ganadería como actividad de negocio fue una actividad secundaria en el pueblo. Además de los animales domésticos existentes en casi todos los corrales, tan solo unas pocas familias apostaron por la ganadería como medio principal o de apoyo a la agricultura. El más conocido y todavía visible hoy en día es el ganado lanar formado por ovejas y cabras. Los que poseían algunas cabezas de este tipo de ganado pastaron siempre en las cercanías del pueblo aprovechando campos yermos, en barbecho, o recién cosechados y en el monte. En 1857 se contabilizaron 234 cabezas de ganado lanar, mientras en 1904 fueron 549 las cabezas existentes. En 1955 tenemos constancia de la presencia en el pueblo de 986 ovejas distribuidas en 10 explotaciones; pero debemos aclarar que entre cinco explotaciones aglutinaban el 90% del total de cabezas de ganado. Durante dicho año 1955 el Ayuntamiento les arrendó para su aprovechamiento como pastos los terrenos del “El Prado” (donde actualmente se asientan los chalets junto a las piscinas). Algunos años más tarde será una única explotación ganadera la que agrupe a todas las ovejas del pueblo alcanzando según el Censo Agrícola de 1980 un total de 1440 cabezas.
Unico rebaño de ganado ovino junto al pueblo (foto2009)

Respecto al ganado vacuno encontramos alguna familia que trabajó con este tipo de ganado de dos maneras diferentes; unas veces con la producción de leche a gran escala para su venta a las Centrales Lecheras y otras veces a través de un pequeño negocio de cría y engorde de ganado vacuno, adquiriendo animales jóvenes en ferias para venderlos una vez desarrollados, obteniendo un margen en el negocio.

Los trabajos en Salillas de Jalón

Además del trabajo propio del sector primario en agricultura y ganadería en Salillas encontramos diversas actividades donde se ocuparon los vecinos:

Inicialmente debemos distinguir dos tipos de trabajadores; los primeros, que formaban un sector minoritario, tenían unas rentas garantizadas por tener trabajos muy específicos y ser remunerados de mejor o peor forma por el Estado u otro organismo público (Ayuntamiento, Renfe). Este pequeño y selecto grupo estaba formado por el cura, maestro, medico, cartero, alguacil, veterinario, jefe de estación, factor y mozo y brigadas de Renfe.

El resto de trabajadores, además de explotar sus tierras y ganados, debían buscarse otra actividad para obtener unas rentas de sus trabajos como jornaleros en temporada en las grandes explotaciones agrarias de Salillas o pueblos próximos, en los pequeños comercios familiares y en distintos oficios instalados en Salillas.

Otros buscaron trabajos más allá de los límites del pueblo para ganarse la vida pero sin abandonarlo; fueron entre otros: venta ambulante, emigración temporal a Francia para recolección de la remolacha, peones de La azucarera de Epila en temporada, emigración temporal para el alquiler de cosechadoras en pueblos de Teruel, Soria y Zaragoza, y proyección ambulante de películas.Analicemos brevemente algunas de estas actividades:

La expansión de la remolacha durante la primera mitad del siglo XX en la vega del Jalón se convirtió en una oportunidad de empleo para los vecinos que, con escasas o sin tierras para el cultivo, conseguían la cesión de un terreno en arrendamiento o en aparcería para trabajarlo. En esta segunda opción el acuerdo entre propietario y jornalero era a “cuartos” y en el mejor de los casos “a tercios”; es decir el jornalero pone su trabajo y herramientas para llevarse al final la cuarta o tercera parte de la cosecha mientras el propietario del terreno se quedaba con el resto. Un negocio que hoy en día nos parecería ruinoso para el agricultor, pero cuya fórmula funcionó inalterada durante la vida de la remolacha en la vega del Jalón.

La fábrica de la azucarera en Epila fue también una fuente de empleo temporal. Durante el proceso de recepción de la remolacha de todos los agricultores de la vega y su posterior transformación fueron necesarios peones. Varios vecinos acudían diariamente a la fábrica de Epila en sus diversos turnos de trabajo. Acudían a pie en bici, o en moto aprovechando un pequeños carril junto a línea de ferrocarril (hoy día desaparecido), camino más corto entre Salillas y la fábrica de Epila.

Otra fórmula adoptada por otros vecinos fue la emigración temporal a Francia para la recogida de la remolacha. Durante aproximadamente el periodo 1955-1971 algunos vecinos de Salillas emigraban de dos a tres meses a Francia. Trabajaban a destajo para obtener un dinero con el que sobrevivir el resto del año, dado los buenos salarios que para los jornaleros imperaban en nuestro país vecino en relación con España. Trabajaban siempre para el mismo empresario francés, facilitando este el alojamiento y manutención durante su estancia.

Incluso algún vecino, aprovechando la incipiente mecanización del campo, marchaba con su cosechadora en temporada de recolección del trigo a mediados de los años sesenta, para arrendarla en los pueblos de la comarca de Daroca e incluso en pueblos de Soria colindantes donde no tenían capacidad económica para su adquisición.

Varias tiendas o comercio de ultramarinos abastecían los productos que los vecinos no podían conseguir con sus propios medios. Así además de alimentos era fácil conseguir albarcas, botijos, productos de limpieza, de mercería, etc. Su suministro se efectuaba principalmente gracias al ferrocarril. En la pequeña estación de Salillas era posible facturar paquetes para su envío así como recibirlos desde otras estaciones.

Además no podemos olvidar la presencia en Salillas de bares, cafés y cantinas, horno de pan, estanco, carnicerías, peluquerías, carbonerías, bodegas, sastre y posterior taller de confección textil, posada, farmacia y entidades financieras que dieron trabajo a las habitantes del pueblo; algunas de ellas continúan actualmente.

Los vecinos pagaban sus compras en los comercios en efectivo o en especie (trigo); en momentos escasez o a las familias más humildes se les fiaba a cuenta de la futura venta de alguna cosecha o cobro de algún trabajo. Algunos vecinos con tienda de ultramarinos salían con sus furgonetas a vender sus productos los días de mercado a pueblos cercanos.

Numerosos vecinos ofrecían sus servicios en distintos oficios como herrero, carpintero, albañiles, molinero y matachín. Curiosa es la forma en que el herrero cobraba sus servicios a sus clientes. Se podía acordar el mantenimiento de los aperos durante un año a cambio de dos anegas de trigo (1 anega = 17 kgs de trigo aprox según los vecinos). Otra forma para aquellos con más dificultades en el pago fue el sistema de “la caña”, de forma que tomando una caña se partía por la mitad; según el trabajo realizado el herrero hacia una marca con un cuchillo de mayor o menor amplitud en cada una de las dos medias cañas; de esta manera ambos recordaban el total del importe pendiente de pago. Con el tiempo se podían sumar otros servicios con nuevas hendiduras hasta abonar el importe de los servicios.

No siempre el trabajo era remunerado. El Ayuntamiento, escaso en recursos económicos, aprovechaba el esfuerzo de sus vecinos para realizar obras públicas en el llamado trabajo “a vecinal”. Con carácter obligatorio los hombres mayores de edad debían acudir por riguroso orden a la llamada del Ayuntamiento ante la necesidad de mano de obra; de esta forma los vecinos trabajaban un día en la obra pública correspondiente. Cada día cambiaban los esforzados vecinos en la obra hasta su finalización. Una vez acabada la lista empezaba de nuevo. Entre las obras que se recuerdan están la actual Escuela de niños de San Martin, la casa del médico y el arreglo de baches y agujeros de las calles.

El éxodo a la ciudad:

El éxodo rural de la población joven atraída por las grandes ciudades ha sido continua a lo largo de todo el siglo XX, pero acentuándose más en los años sesenta. Salillas no fue una excepción y el éxodo principalmente hacia la ciudad de Zaragoza golpeo de forma importante el crecimiento demográfico del pueblo.

Hasta los años cuarenta las elevadas tasas de natalidad conseguían contrarrestar las pérdidas de población por fallecimiento y emigración. De esta forma durante esta primera mitad de siglo la población de Salilas fue creciendo pasando de 583 habitantes en 1900 a 853 en 1940. A partir de 1940 el proceso se invierte. Los nacimientos en el pueblo se reducen y aunque el crecimiento vegetativo (nacimientos-defunciones) es positivo la emigración cada vez mayor implicó una pérdida de población. Poco a poco el crecimiento vegetativo se reduce mientras las tasas de emigración negativas continúan siendo elevadas por lo que la población disminuyó drásticamente en pocos años. En 1960 estaban censados 667 vecinos y disminuyó hasta 495 en 1980. En apenas cuarenta años (1940-1980) Salillas perdió el 40% de su población.



Fueron muchos jóvenes los que decidieron marchar de Salillas dada la escasez de trabajo, en busca de oportunidades de empleo en las ciudades. El éxodo de la población joven hacia las ciudades, acentuado en los años cincuenta y sesenta, mermó sensiblemente la población del pueblo, dejando una población envejecida y creando incertidumbre de cara al futuro. La cercanía del pueblo con la ciudad de Zaragoza, principal destino, les permitió seguir en contacto con el pueblo, acudiendo los fines de semana y periodos estivales.

Todo un conjunto de historias variadas que constituyen el pasado de un pueblo y que hoy en día recuerdan sus vecinos de mayor edad con nostalgia. Algunas de ellas las iremos desgranando dejando constancia en unas líneas del aquel difícil pasado que les tocó vivir.

Hasta la próxima,

Pablo Founaud

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