sábado, 11 de febrero de 2012

EL TRABAJO “A VECINAL” EN SALILLAS DE JALON

En algunas de las conversaciones mantenidas con los vecinos de Salillas el tema de los trabajos “a vecinal” ha estado presente. Mi interés por la organización y funcionamiento de esta fórmula de trabajo colectivo me ha conducido a escribir unas líneas que lo aborden.

El “trabajo a vecinal” es una formula extendida en muchos pequeños pueblos de nuestro país. En términos generales lo podemos definir como un sistema de trabajo por el cual el Ayuntamiento de la localidad, con escasos recursos económicos, aprovecha el esfuerzo puntual obligatorio y sin remuneración de los vecinos para colaborar en la construcción o mantenimiento de determinadas obras e infraestructuras públicas; de este modo las arcas municipales ahorraban unos jornales, se abarata el coste total la obra y se crea un sentimiento en la población de bien común al participar directamente en su construcción.

No puedo poner fecha de inicio al trabajo a vecinal en Salillas, ya que nuestros vecinos más mayores lo recuerdan como algo “de siempre” y según algunos escritos ya existía a comienzos del siglo XIX.

En Salillas, la organización del trabajo a vecinal la podemos resumir de la siguiente forma. El Ayuntamiento, ante el comienzo de una obra importante contrataba personal cualificado (obreros, arquitecto…), siendo los vecinos de Salillas los que trabajaban de peón a las ordenes de los primeros y bajo el control del alguacil. Cuando los trabajos eran sencillos solo acudían al trabajo a vecinal los vecinos del pueblo. Los varones mayores de edad (18 años) y censados en el pueblo formaban una lista por orden alfabético que el alguacil controlaba. Por riguroso orden el alguacil llamaba al vecino que le tocaba mediante una visita previa a su domicilio los días anteriores, anunciándole el día, hora y lugar donde debía acudir. Cada día cambiaban los vecinos que acudían a la obra en función de la lista. Por tanto cada vecino trabajaba un día entero y no volverá a trabajar a vecinal hasta que hayan pasado todos los vecinos de la lista. Cada día podían acudir unos o varios vecinos a trabajar a vecinal en función de las necesidades de la obra. Además los vecinos debían acudir con las herramientas y utensilios propios, asumiendo el riesgo de que se rompieran o deterioraran en la obra.
Tan solo por causas de fuerza mayor podían excusarse los vecinos de ir “a vecinal”. Si un vecino no podía acudir a la obra y las causas no eran estimadas por el alguacil cabia la posibilidad de buscarse un tercero que te sustituyera a cambio de pagarle un día de jornal. Las casas más pudientes eran las únicas que podían permitirse no acudir al trabajo vecinal y pagar el jornal correspondiente, aunque también, según algunos vecinos, los buenos contactos podían librarte de acudir al vecinal.

Los vecinos que decidían marcharse de Salillas, especialmente en los años cincuenta y sesenta, se debían dar de baja del censo para evitar ser llamados al vecinal. La lista se iba renovando para incluir a nuevos jóvenes o dar de baja a otros vecinos que emigraban o superaban la edad máxima para trabajar.

Los vecinos recuerdan acudir entre una y tres veces al año a trabajar a vecinal. Raramente pasaba uno año sin recibir la visita en casa del alguacil. En la última obra, la escuela pública de San Martin, los vecinos recuerdan ser llamados hasta siete veces para ayudar en las obras. La magnitud de la construcción, la necesidad de mano de obra y la fuerte emigración de jóvenes varones durante esta década, obligó a los vecinos residentes en el pueblo a un esfuerzo mayor.

¿Cuantos vecinos formaban parte de las lista para ir a trabajar a vecinal? Aprovechando datos de 1950 cuando el censo de Salillas alcanzaba los 820 habitantes, momentos de máxima población durante el siglo XX, realizaremos un sencillo y aproximado cálculo. Si quitamos la población femenina, los varones de 65 años y los menores de 18 años la población resultante era de aproximadamente 257 vecinos los que acudían al vecinal, es decir un 31 % del total de habitantes del pueblo.

Colegio Publico Salillas de Jalón.
Muchas son las obras que recuerdan los vecinos haber participado: el lavadero (1927), el arreglo de la carretera de acceso al pueblo hasta el puente (1932), la construcción de la casa del médico, el derribo del antiguo Ayuntamiento ubicado en el centro de la plaza (1955), el actual colegio público de San Martín (hacia 1966), el abrevadero junto al parque (aprox 1955), la limpieza del alcantarillado, la plantación de árboles, el arreglo y empedrado de algunas calles del pueblo, e incluso un trabajo a vecinal voluntario para obras en la Iglesia.

El fin del vecinal de Salillas lo encontramos tras la construcción de la escuela de San Martin a finales de los años sesenta, cuando la presencia de un ayudante del Gobernador Civil de la provincia sirvió para informarle de la escasez de trabajo que había en el pueblo y la obligación del trabajo “a vecinal”; Como respuesta el ayudante del gobernador prohibió en Salillas desde ese momento esta organización de trabajo.

Un antiguo sistema de participación del vecindario en la mejora del pueblo que los hombres mayores del pueblo vivieron y que forma ya parte de la historia de Salillas de Jalón.

Hasta la próxima

Pablo Founaud

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