sábado, 11 de febrero de 2012

CINE, EL TEATRO Y OTROS ESPECTACULOS EN SALILLAS DE JALÓN

Con este sencillo artículo describiremos, gracias a los recuerdos y vivencias de los vecinos de Salillas, la presencia de los ambulantes del cine que, con sus proyectores y películas, amenizaron durante muchos años las noches en Salillas. El teatro, el circo y algunos espectáculos musicales también formaron parte de la vida del pueblo hasta mediados de los sesenta, dejando entre sus habitantes un buen recuerdo.

EL CINE (1940 – aprox. 1965)


La escasa presencia de alternativas de ocio en Salillas convirtió las proyecciones de películas en uno de los acontecimientos más esperados con la llegada del fin de semana. La buena acogida de los vecinos garantizó que las proyecciones permaneciesen durante muchos años, constituyendo un evento social en la vida de Salillas.
Desde Grisen y Ricla llegaban a Salillas en tren, moto o furgoneta dichos personajes con sus proyectores o “maquina para hacer cine” para exhibir sus películas y entretener a los vecinos durante aproximadamente la hora y media de cada proyección. Previamente el alguacil anunciaba por todo el pueblo la hora y lugar de la proyección. Con una trompetilla recorría las calles del pueblo avisando a los vecinos de cualquier acontecimiento y entre ellas el cine.
Dos fueron los escenarios utilizados para las proyecciones:
- En los meses de verano y si el tiempo lo permitía, las películas se proyectaban al aire libre en la plaza utilizando una gran sabana blanca como pantalla; al final de la misma el ambulante pasaba la bandeja a fin de recoger la voluntad de los vecinos. Los más jóvenes, con escasos recursos económicos, intentaban con astucia evitar la bandeja colocándose en lugares estratégicos de la plaza donde ver la película con comodidad y abandonarla rápidamente una vez terminada.
- Durante el resto del año el antiguo salón social (calle Aragón nº 32, actualmente bar del pueblo) era el lugar de la proyección. A la entrada del salón el ambulante cobraba la entrada a los que se animaban a ver la película.
Para asistir a la proyección los vecinos de Salillas salían pronto de casa, cada uno con su silla, a fin de conseguir un buen sitio. Todos coinciden en una afluencia masiva a las sesiones.
Al principio las películas proyectadas eran en mudas, en blanco y negro, y donde el ambulante iba narrando la historia y reproducía los diálogos entre los personajes que aparecían en la película. Con el paso del tiempo, hacia mediados o finales de los años cuarenta, llegó el cine sonoro y su labor interpretativa desapareció.
Una de las preocupaciones de algunos vecinos de Salillas era saber la clasificación de la película para autorizar o no a sus hijos a presenciarla. Recordamos que en aquellos años el Estado realizaba una primera clasificación entre las que superaban la censura, dividiéndolas en dos grupos: “para mayores” y “para todos públicos”. Según los vecinos todas las películas proyectadas fueron aptas para todos públicos.
La temática de las películas era variada (cómica, guerra, espías, dramas, acción…) aunque quizás con algo más de frecuencia se exhibían “western” o películas del “oeste” donde la lucha entre indios y vaqueros era obligatoria.


Cada película estaba formada por dos o tres rollos de cinta y duraban alrededor de una hora y media. Se recuerdan varias películas de las proyectadas durante los últimos años: “Tres hombres malos” (oeste 1948), “Cara de Bronce” (acción, rodada en 1954), “Quinto patio (1950)”, “Drácula”( terror 1958), “La hija del panadero” (drama 1949), “El Padre Pitillo” (comedia 1955), “ El día más largo” (bélica 1962), “La tortura de la carne” (1940).
Las películas se proyectaban principalmente los fines de semana en especial la tarde-noche del viernes y domingo aunque puntualmente podían aparecer los ambulantes con el cine cualquier otro día.
Durante el periodo 1957-1961, se acercaron a Salillas con sus proyectores Mariano Julián, Victorio Sánchez, Pedro y Jose Arias. En este periodo el Ayuntamiento cobraba al ambulante una tasa por la utilización del salón que fue de 100 pesetas por proyección, mientras que por la proyección en la plaza la tasa a pagar ascendía a 25 pesetas.

Muchas han sido las anécdotas recordadas durante las proyecciones como roturas y atascos de la película, el cambio de orden en la colocación de los rollos, desaparición del sonido, proyección de películas no programadas etc; a pesar de estos inconvenientes los vecinos siguieron acudiendo puntualmente a su cita con el cine cada fin de semana
En Salillas también se recuerda una familia, Los Jaque, que se introdujeron en el negocio de la proyección de películas en el medio rural; dueños de un proyector exhibieron sus películas en el pueblo y salieron durante unos pocos años a proyectar por pueblos cercanos. Una de las películas más recordada por los vecinos es “El pozo de las angustias” (drama 1951) dado el aburrimiento general que causó entre el público y cuyo título y argumento quedó grabado en la memoria de todos los que acudieron.

Las proyecciones se recuerdan a partir del final de la Guerra Civil, no pudiendo concretar si anteriormente tuvieron presencia en el pueblo, y llegaron hasta mediados de los años sesenta cuando la popularización y extensión de la televisión, así como el éxodo rural, fueron, entre otras muchas razones, las que acabaron con el cine.

Debemos destacar la importante labor social que realizó el cine ya que sirvió para reunir durante muchos años a todos los vecinos de Salillas delante de una pantalla.
Mucho ha cambiado la vida en Salillas desde que el cine desapareció, pero todavía hoy en día los vecinos recuerdan con nostalgia en sus tertulias los buenos momentos y anécdotas que disfrutaron durante años con las proyecciones. Todo un buen recuerdo.

EL TEATRO Y OTROS ESPECTACULOS

No solo hubo cine en Salillas; la llegada de compañías de teatro, denominas por los vecinos como “comediantes” animaron también las noches en el pueblo. Una vez acabada la Guerra Civil, las pequeñas compañías de teatro intentaron salir de la pobreza mediante actuaciones en el medio rural, donde residía buena parte de la población española.
Llegaban generalmente en tren o en viejos autobuses y con la intención de quedarse en el pueblo durante varios días, incluso semanas, exhibiendo todas sus obras. “Don Juan Tenorio” fue una de las obras que recuerdan los vecinos.

Para la sesión de teatro alquilaban el antiguo salón social al Ayuntamiento. Al igual que en el cine, el alguacil anunciaba su presencia en el pueblo, al mismo tiempo que se colocaba un cartel en el Ayuntamiento. De la misma manera cada vecino acudía desde su casa con la silla para ver la obra. Para entrar a presenciar la función se cobraba una entrada, asegurándose la compañía una recaudación independientemente si la obra gustaba al público asistente.

Los comediantes se alojaban en casas o habitaciones que los vecinos de Salillas les alquilaban durante su estancia. La pobreza y miseria rodeaba a estas compañía, por lo que algunas veces abandonaban el pueblo sin pagar los alquileres o gastos en las tiendas. Un caso extremo llegó cuando se pidió en la iglesia que se ayudara a una compañía para que pudieran comer y continuar su camino hacia otros pueblos.
Aun se recuerda alguna compañía que, pocos años después de actuar en Salillas, triunfó en el escenario interpretando sus obras en grandes teatros e incluso en la televisión.
Junto al cine y el teatro también es recordada la presencia de un espectáculo de “variedades” o “varietes” en el que mezclaban la música, el baile y algo de humor; las pequeñas compañías actuaban en el salón social en una única sesión abandonando el pueblo posteriormente. De Calatorao acudían a Salillas los “Conchales”, un pequeño grupo formado por un matrimonio y sus dos hijos que tuvieron éxito en los pueblos donde actuaban.
También de manera puntual se recuerda la presencia de pequeños circos que, con básicas atracciones de contorsionismo, equilibrismo, magia, humor y algún animal amaestrado, buscaban sobrevivir en una España empobrecida y de escasos recursos económicos. Los vecinos recuerdan sus pequeñas carpas tanto en la plaza como en la calle Vista Alegre, donde actualmente se ubican las nuevas viviendas junto a las cuevas.
Además, de forma improvisada y espontánea, podían llegar y actuar en la plaza los que coloquialmente se les denominaba los “hongaros”: artistas callejeros ambulantes que se acercaban a Salillas con espectáculos de música, baile, malabarismos y pequeños actuaciones con animales (la cabra y el mono) en busca de la propina de algunos vecinos y continuar un viaje sin rumbo fijo por la geografía española.
Todo un variado mundo de personajes ambulantes que en los difíciles años de la postguerra aterrizaron en Salillas con el objeto ganarse la vida, en unos años donde los recursos económicos de muchas familias del pueblo eran también escasos.
Agradecer a los vecinos de Salillas que han querido compartir sus buenos recuerdos sobre el cine y otros espectáculos para la elaboración de este artículo, y mi confianza en que lo sigan haciendo para próximos temas a investigar.

Hasta la próxima

Pablo Founaud

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