domingo, 29 de septiembre de 2013

EL CULTIVO DE LA REMOLACHA EN SALILLAS DE JALON.


1.- Introducción.

La principal actividad económica de la mayoría de los vecinos de Salillas durante el siglo XX ha sido la agricultura, aprovechando la posición estratégica del pueblo al ubicarse en un valle ancho y plano junto al río Jalón, buenos suelos y cultivos de regadío gracias a la red de acequias que aseguran el riego durante todo el año.
 
La remolacha fue un importante cultivo durante casi setenta años, desde la construcción de la Azucarera en Epila en 1902, hasta su cierre definitivo a finales de la década de los sesenta, ocupando junto al trigo la gran mayoría de la superficie cultivada.

 La raíz de la planta de la remolacha fue aprovechada para la producción de azúcar como producto principal y secundariamente para la elaboración de pulpas utilizadas como alimento para el ganado.

Primeramente recordamos algunos detalles sobre esta planta y su cultivo, actualmente desaparecida en el valle del Jalón, para comprender bien la importancia que alcanzó.

 

La remolacha se adaptó bien en tierras aragonesas, en especial al valle del Ebro y del Jalón, ya que su cultivo cumplía bien las condiciones climáticas y edáficas para su desarrollo.

- Necesidad de muchas horas de sol.

- Temperaturas sin heladas en primavera, y buena capacidad para aguantar el calor estival.

- Planta resistente al temido pedrisco, ya que no se daña la raíz que es lo que realmente se aprovecha.

- Necesidad de entre 600-800 mm de precipitación al año; esta cantidad no se alcanzan en el valle del Jalón ni el valle del Ebro, pero se salvaba esta dificultad introduciéndose en zonas de regadío.

 
 Su cultivo rompió la estacionalidad del trabajo en el campo al recogerse en pleno invierno (noviembre-diciembre) sirviendo por tanto como complemento al resto de los cultivos con recolección estival. Al mismo tiempo ofrece trabajo temporal a los jornaleros y miembros de la familia en el momento de menor trabajo en el campo durante el año. Además la remolacha tenía en las fábricas azucareras un comprador seguro de la cosecha, ya que debían proveerse de la principal materia prima para la elaboración del azúcar.

Por tanto la aparición de la remolacha en Salillas está ligada a la puesta en funcionamiento en 1904 de la Azucarera de Epila. Su ubicación no es casualidad. Buenas comunicaciones por ferrocarril (principal medio de transporte a principios de siglo), suelo abundante y fértil con posibilidad de riego para el cultivo de la remolacha en zonas próximas a la fábrica, buen clima y mano de obra abundante y cercana (Epila contaba con 3770 habitantes en 1900) fueron las bases para su instalación.


El cultivo de la remolacha, las relaciones con la azucarera de Epila y las infraestructuras desaparecidas en Salillas forman parte de la memoria de los veteranos agricultores de Salillas que con este pequeño apunte intento rescatar y dar conocer.
 

2.-Apuntes Históricos. Nacimiento y desarrollo de la Industria Azucarera en España.

Comenzamos este nuevo apunte con una pequeña introducción histórica que nos sitúe y aclare la aparición y desarrollo de la remolacha en nuestra región y en particular en el valle de Jalón, que nos servirá para entender y dar sentido a los recuerdos de los veteranos agricultores en Salillas, que abordaremos posteriormente.

La aparición de la remolacha en la agricultura española se remonta a 1878 cuando se introdujo su cultivo gracias a la Sociedad Económica de Amigos del País de Granada con rendimientos iniciales muy bajos. Pocos años más tarde los ingenieros de la Granja Agrícola de Zaragoza estudian la adaptación de la remolacha a las condiciones climáticas del Valle del Ebro comenzando entonces su extensión. En 1893 se instala la primera fábrica llamada “Azucarera de Aragón” en la ciudad de Zaragoza aprovechado las primeras cosechas. Poco a poco la remolacha comienza a extenderse en Andalucía, Castilla La Mancha, Asturias, Galicia y por todo Valle del Ebro. En 1900 eran 40 las fabricas azucareras con tendencia a seguir creciendo por lo que se siguieron incrementando en el país las hectáreas cultivadas.

 
Diversas fueron las razones que propiciaron el nacimiento y rápida extensión del cultivo de la remolacha y la instalación de fabricas azucareras.

 
1.- Por una parte la enfermedad de la filoxera arrasó el cultivo de la vid, mientras que el cultivo de trigo se vio amenazado por las importaciones de Argentina y Estados Unidos por lo que la remolacha constituía un cultivo alternativo con buenas expectativas.

2- La pérdida de Cuba como colonia española principal proveedora de azúcar a España, y la necesidad de España de autoabastecerse de este producto obligaron a su cultivo y rápida extensión en España. Al mismo tiempo la administración estableció importantes aranceles a la importación de este producto para favorecer su cultivo en España.

3.- Inicialmente el agricultor obtuvo buenos precios por la venta de su cosecha, que además estaba garantizada por la demanda de las fábricas azucareras, que siguieron construyéndose y expandiéndose.

4- Del mismo modo la oportunidad de negocio abierta con el mercado del azúcar atrajo las inversiones de la clase burguesa y capitalista con la instalación de fábricas, que se vio rápidamente recompensada con importantes remuneraciones en dividendos.

Con estas circunstancias favorables las hectáreas cultivadas en España se multiplican desde finales del siglo XIX para atender a las fábricas, que aumentan desde las 12 azucareras en 1891 a 48 en 1901 y a 99 en 1911.

 
Inicialmente el crecimiento del sector azucarero se produjo de forma desordenada, sin seguir unas pautas entre la producción y consumo, por lo que en los primeros años del siglo XX se producen momentos de excedentes por sobreproducción y surgen las primeras medidas para regular el sector. En 1903 se creó la SGAE (Sociedad General de Azucareras de España) que agrupo a 77 fábricas azucareras en España, e intentó dictar normas para equilibrar la oferta y la demanda cerrando o reduciendo la producción de algunas fabricas. En 1904 nació la "Azucarera del Jalón" (Epila) que no se incorporó a la SGAE sino que se unió al grupo minoritario de “Azucareras Libres” que pronto se convirtieron en una seria competencia para la SGAE

En 1907 el Estado, en un intento de regular el sector, dictó la "Ley Osma" por lo que prohibía la construcción de nuevas azucareras, impuso un impuesto al azúcar que soportaría el consumidor y fijaba los precios de venta de la remolacha a la fábricas, frenando el desordenado crecimiento del sector.

En 1911 se crean las tres grandes empresas azucareras que controlarán el negocio hasta casi la actualidad: La antes citada SGAE, la CIA (unión de la Azucarera del Jalón SA (Epila), anteriormente independiente, con la Compañía de Industrias Agrícolas) y la Compañía Ebro que nació con la implantación de su primera azucarera en Luceni. Entre las tres luchan para conseguir la remolacha para sus fábricas, y producir más azúcar con el mejor rendimiento. Las tres fábricas tuvieron presencia en Salillas, con la instalación de diferentes básculas para recoger la remolacha, como posteriormente comentaremos.


3.- La Azucarera del Jalón (Epila) y sus relaciones con los agricultores de Salillas de Jalón a comienzos del siglo XX.

 
Las relaciones entre las fábricas azucareras y los agricultores remolacheros nunca fueron fáciles. El precio a pagar al agricultor por tonelada de remolacha, la superficie cultivada y su ubicación, la entrega de abonos y semillas, los descuentos en la entrega de mercancía, el pago de la remolacha, etc. fueron regulados mediante contratos entre ambas partes, con clausulas que llegaron a considerarse abusivas según el punto de vista del agricultor; por tanto fueron frecuentes los conflictos entre las partes.

 Por ello, la Diputación Provincial intentó mediar entre las partes buscando acuerdos para vencer las dificultades existentes y acercar posturas. En abril de 1914 las Diputaciones de Navarra, Teruel y Zaragoza envían a los pueblos productores un cuestionario con varias preguntas para intentar concretar las líneas comunes de actuación a seguir en las relaciones entre los agricultores y las fabricas azucareras. Los agricultores de Salillas rellenan la encuesta en función de sus problemas; resumimos sus contestaciones para entender la difícil situación a comienzos del siglo XX, y que deja constancia del abuso que ejercían las azucareras en sus relaciones con el pequeño agricultor.

Una primera pregunta es acerca de la conveniencia de rebajar el impuesto de los azucares. Esta respuesta es muy similar al resto de pueblos, solicitando la rebaja del impuesto, ya que los fabricantes al tener que pagar este impuesto, lo repercuten posteriormente al agricultor bajando el precio de compra de la remolacha, principal materia prima en la fabricación de azúcar.

La segunda pregunta del cuestionario hace referencia a las garantías que debe ofrecer la fábrica en el pago de la remolacha y en que forma. La respuesta es clara y concisa: “El pago debe verificarse a lo más tardar quincenalmente en cada localidad y desde luego debe exigirse una garantía de pago de cumplimiento de los contratos que deberá ser objeto de estudio por las Juntas de las sociedades de Agricultores de las distintas denominaciones”

La tercera pregunta que contestan los agricultores de Salillas se refiere a determinar la época para realizar los contratos de cultivo de remolacha. Los agricultores proponen el mes de septiembre como momento óptimo de la contratación de forma que de no convenir el precio y condiciones de contratación los agricultores puedan dedicar sus tierras a otro cultivo y las fábricas buscar otra fuente de materia prima, o bien modificar las bases de la contratación si lo estiman y acuerdan las partes. El objetivo es claro “evitar de este modo lo acaecido en el año corriente que sin tiempo material para preparar las tierras para otras clases de cultivo han presentado las entidades azucareras la baja de precio y condiciones de contratación indignas que el labrador no debe aceptar en lo sucesivo porque se convierte en un mero vasallo del fabricante”

La última pregunta fue sobre la posible intervención en las operaciones de peso y descuento en las entregas de remolacha, y en caso que deba realizarse ver el modo que da más garantía para realizarla. Reproducimos la respuesta, nuevamente clara y concisa: “Las operaciones de peso y descuento en la entrega de la remolacha debe ser intervenida por ambas partes, bien directamente (en lo que a los cultivadores se refiere) por los mismos propietarios o sus representantes o bien por un individuo apto para ello que los labradores designen en cada pueblo sufragado por los mismos, pues es esta una operación de compra-venta de condiciones especiales en la que tanto el vendedor como el comprador deben intervenir con reconocido derecho”. Este punto hizo aparecer la figura del veedor, con muy escasa presencia en las operaciones de pesado de la remolacha en Salillas.

 

4.- El Contrato de compra-venta con la Azucarera de Epila. Principales características.


El cultivo y compra-venta de remolacha entre los agricultores y las fábricas estaba regulado por un contrato; En veinte puntos se describían todas las condiciones que obligan a ambas partes. Reproducimos los puntos más importantes de un contrato tipo que la fábrica de Epila ofreció a los agricultores de Salillas en la campaña 1914-1915 donde es posible comprobar algunas de las duras y estrictas condiciones impuestas, y que fueron queja continua de los agricultores:

 


                                  Contrato entre los agricultores y las fabricas

 
“El que suscribe D…. ,vecino de… domiciliado en … se obliga a cultivar remolacha para la campaña de 1914-1915 en los términos que se detallan y con sujeción a las condiciones que se consignan a continuación.

En un cuadro se debe desglosar información de cada finca a cultivar

-          Termino, partida y lindes de la finca.

-          Nombre del propietario.

-          Superficie a cultivar

-          Productividad máxima en toneladas

 

CONDICIONES:

      Suministro y utilización de la Semilla.


1.-La Compañía facilitara gratuitamente al cultivador la semilla de remolacha necesaria, hasta la cantidad de siete kilogramos por hectárea para el sistema de trasplante y doce kilogramos para la siembra directa a golpes
 

2.-El cultivador viene obligado a no emplear otra simiente que la facilitada por la Compañía, quedando está autorizada, en otro caso, para no admitir la remolacha producida, y si procediese, se llevará el asunto a los Tribunales.

 

Tipo de cultivo y condiciones

3.-El labrador podrá optar por el sistema de trasplante o el de siembra directa, haciendo constar en el compromiso el procedimiento de cultivo que se proponga seguir. Tanto en uno como en otro sistema, las plantas deberán quedar de 30 a 35 centímetros entre una y otra línea y en estas a la distancia conveniente, para que resulten de diez a doce plantes por metro cuadrado.

No se permite asociar el cultivo de la remolacha a ningún otro anual.

Los que adopten el sistema de trasplante deberán hacer el semillero en la primera quincena de Marzo, lo más tarde, y la remuda en cuanto el desarrollo de la planta lo permita.

La siembra directa no podrá verificarse después del 10 de mayo, y se procederá a aclarar, dejando una sola planta en cada golpe, cuando estas alcancen suficiente desarrollo.

Antes de proceder al trasplante el cultivador que adopte este sistema, y a la siembra, el que cultive a golpe, avisará al encargado o representante de la Compañía para señalar los campos en los cuales haya de cultivarse la remolacha. Cuando la Sociedad lo crea conveniente, comprobará la superficie cultivada.

4.- Si por mala nacencia, o por otra causa, el cultivador considerase necesario labrar un campo, lo avisará al encargado o representante de la Compañía, con objeto de recibir la correspondiente autorización, debiendo, en tal caso, abonar, desde luego, los adelantos que, por cualquier concepto, hubiese recibido hasta aquella fecha.

 

Recepción de la mercancía, condiciones descarga, descuentos y fechas.


5.- La recepción empezará el día del mes de octubre que se fije la Dirección técnica de la fábrica, siempre que la remolacha haya adquirido la madurez necesaria.

6.- La Compañía se reserva el derecho de suspender la recepción de remolacha, cuando estuviesen casi llenos los silos o depósitos de la fábrica, o los sitios de las estaciones donde se reciba la mercancía, así como por desperfectos en la maquinaria u otro caso fortuito, debiendo anunciar la suspensión de la recepción, en los pueblos en que haya turnos con tres días de antelación.

 
7.-El peso de la remolacha se hará en las básculas de la Sociedad que la reciba, avisándose con tres días de antelación la apertura de las mismas, al comenzar la campaña. El peso habrá de efectuarse en los días y horas que se fijen a presencia del que conduzca la mercancía, teniendo los cultivadores derecho a comprobar las básculas por si, o por persona en quien deleguen al efecto.

La Compañía admitirá la intervención de los cultivadores en las operaciones de peso, descuento y descarga.

Los cultivadores que se acojan a la facultad de nombrar representante para intervenir en la fijación de turnos, descuentos, examen de basculas y demás incidencias que puedan surgir, con motivos de la recepción lo pondrán oportunamente en conocimiento de la fabrica.

 
8.- El cultivador descargara a mano y por su cuenta, la remolacha en el sitio y en la forma que indiquen los encargados de la compañía, no pudiendo tirar la tierra que quede en los carros o medios de transporte hasta después de pesados estos para su tara a cuyo efecto no se admitirán los carros que no lleven el fondo bien cerrado con esteras o paños y los tableros sin agujeros, ni rendijas. La descarga deberá verificarse siempre por la parte superior del carro. EL conductor se obliga a quitar la ropa, las cebaderas, etc, antes del peso del carro.

Igualmente cuidaran los conductores de que todas las caballerías lleven un bozal puesto, para impedir que las remolachas sean mordidas, lo cual perjudica su conservación.

 
9- Las remolachas se entregarán bien limpias y con el cuello cortado plano, hasta el punto donde nacen las hojas inferiores.

Para determinar la proporción de tierra y cuellos mal cortados, se cogerá durante la descarga y en el momento conveniente, por el muestrero de la Sociedad, la cantidad de remolacha necesaria, sin elección ni preparación alguna.

Estas remolachas se limpiarán y descoronarán, para fijar el descuento.

10- El día en que deba terminar la recepción de remolacha, lo fijará la Compañía. En ningún caso dicho día será después del 31 de Enero.

 11 El precio de la remolacha será el de    pesetas la tonelada métrica en la estación de….

 

Suministro de Abonos a los agricultores:


12- La Compañía adelantará abonos a los cultivadores que lo soliciten y ella estime conveniente, garantizando su composición, superfosfato de cal, destinado exclusivamente a los campos en que haya de cultivarse la remolacha y nitrato de sosa, para los planteros precisamente, no pudiendo exceder de cien pesetas por hectárea, el importe de dichos abonos. El cultivador deberá recoger los abonos en los puntos indicados por la Compañía y firmará el correspondiente recibo, cuyo importe le será descontado al verificarse el pago de la remolacha.

La compañía antes de distribuir los abonos dará conocimientos a los cultivadores del precio a que se les expenderán
 
13.- Cuando la remolacha este plantada o verificado el entresaque, si la planta se encuentra en buenas condiciones a juicio del encargado de la fábrica, la Compañía adelantará en metálico, mediante recibo, a los labradores que lo soliciten y ella estime conveniente, para los gastos del cultivo y a razón de cien pesetas por hectárea la cantidad que corresponda a la superficie cultivada.

 
Superficie cultivada

14 La finca o fincas objeto del presente convenio, son exclusivamente las que en mismo se describen detalladamente. En su consecuencia y por ninguna causa podrá el cultivador sustituirlas por otras, a menos que obtenga autorización de la Compañía, que lo dejará consignado como adición a este convenio.

 
Otras condiciones

15 La compañía podrá ceder, traspasar, y subrogar el presente convenio.

La cesión será sin perjuicio del derecho del cultivador a que el pago de la remolacha se le haga por la entidad con quién contrato.
 
16- Sera de cuenta del cultivador el pago de todo impuesto establecido o que se establezca sobre la remolacha por la Provincia o el Municipio.


17. La remolacha la tendrán los cultivadores a disposición de la Compañía como guardadores o depositarios, con obligación de entregar toda la comprometida, sin detraerla ni enajenarla. La Compañía no vendrá obligada a tomar mayor cantidad de remolacha que la máxima consignada en el presente compromiso.


18- La compañía nombrará encargados que vigilen el cumplimiento de este compromiso, entendiéndose que no se obliga a recibir la remolacha de aquellos cultivadores que no lo observen puntualmente. Dichos encargados los asesorarán en las dudas que les ocurran y los labradores permitirán en todo tiempo, la entrada y medición de los campos que ajusten.


19 En caso de litigio, por incumplimiento de este compromiso o por débitos de anticipos, se designa como domicilio la capital de la provincia donde se encuentra instalada la fabrica.


20 Quedará nulo y sin efecto este compromiso, si por fuerza mayor o caso fortuito extraordinario, no pudiera realizarse el objeto del mismo.

 
En espera de su conformidad, quedo de ustedes afectísimo S S.Q.B.SM.

                                                            Fdo El cultivador”

 
5.- Periodo 1909-1939: Ajustes y reajustes en el mercado de la remolacha. Organización de los agricultores.

 Al comienzo de este periodo los agricultores remolacheros comenzaron a unirse ante algunos abusos que comenzaban a sufrir por las exigencias de las fábricas por las condiciones impuestas en la contratación. En enero de 1909 se reúnen en Salillas los remolacheros de la comarca para organizarse siendo presidida la reunión por su alcalde Cándido Bueno. Poco después en febrero de 1909 se celebra en Zaragoza una reunión para constituir la “Sociedad General de Agricultores de Aragón” con la presencia de más de ochenta pueblos representados de la provincia entre los que se encuentra Salillas. En dicha reunión se redactan las bases que deben regir en las relaciones entre los agricultores y las fabricas azucares, fijándose como principal objetivo la eliminación de la ley de los Azucares (Ley de Osma); del mismo modo se intentan fijar precios mínimos de venta de la remolacha a las fábricas, un periodo máximo para el cobro de la remolacha, un control en las limitaciones de las plantaciones en cada pueblo, establecer fechas concretas para la recepción o entrega de la remolacha en las fábricas o basculas y la creación de una figura en la que un agricultor designado compruebe la correcta recepción, control, pesaje y descuento de la remolacha; finalmente proponen eliminar los descuentos por transportes por ferrocarril a fabricas alejadas del sitio de producción.

Con la derogación en 1911 de la Ley Osma, que impedía la construcción de más fábricas, comienza una rápida expansión de la superficie cultivada en nuevas provincias así como la instalación de nuevas fábricas. En su lucha por conseguir remolacha las fábricas azucareras llegan a subir los precios en periodo de malas cosechas o escasa superficie cultivada, y a bajarlo en momentos de sobreproducción, además de estar influenciados por impuestos y tasas de la Administración, así como beneficios o trabas a la importación.

 Una lucha entre todas las azucareras bajo el libre juego de la oferta y la demanda, que lleva incluso al cierre de algunas fábricas o el traslado a las nuevas áreas de cultivo de remolacha. Entre ellas podemos citar la fábrica azucarera de Calatorao que abrió en 1921 y cerró hacia 1925, sin llegar a rentabilizar la inversión realizada. Hoy en día todavía podemos contemplar varios edificios en precario estado.

En 1916 la Azucarera del Jalón (Epila) anunciaba que pagaba el precio de la tonelada de remolacha al precio más alto que la pagaban las demás azucareras, y si mejoraban los precios, la de Epila se comprometía a aumentarlos automáticamente. Una arriesgada iniciativa para abastecerse de suficiente remolacha en beneficio de los agricultores.

Esta lucha entre las diferentes fábricas por conseguir remolacha suficiente llevó incluso a la azucarera de Epila en 1930 a poner anuncios en los periódicos anunciando la compra de remolacha a un precio fijado por tonelada puesto en la estación de la ciudad de Huesca.
 
Anuncio Nueva España 1930
 
En 1927 la prensa recoge la celebración en Zaragoza del Congreso nacional Remolachero con numerosas ponencias de personalidades de la agricultura, industria y comercio. En dicho Congreso estuvo inscrito el “Sindicato Agrícola y Pecuario de Salillas de Jalón”.

En el valle del Jalón los agricultores alternaron años con buenos precios en su venta de la remolacha por otros más bajos, en un mercado sin control, con una lucha feroz entre las fábricas y con una falta total de planificación nacional.

Todo cambió en 1935 cuando se dictó la Ley de Azucares con la pretensión de regular definitivamente el mercado. En dicha Ley se definieron las zonas de cultivo de remolacha en España, el número de hectáreas a cultivar, así como los precios que deberán regir entre las azucareras y los agricultores, buscando acercar la producción al consumo y controlar el stock.


6.- Periodo 1940-1968: Control estatal de sector, cambios en contratos y evolución histórica:

Terminada la guerra, España entra en un sistema autárquico y de autoabastecimiento con férreo control de la producción y distribución de las producciones agrícolas por el Estado, con una parte de sociedad al límite de la pobreza. Además el aislamiento económico que sufrió España durante esta década impidió la llegada de semillas de calidad, así como fertilizantes, abonos, y utillaje propio para la agricultura. Son años de escasez donde el Estado se esfuerza en convencer a los agricultores primando la extensión del cultivo. Así la azucarera de Epila, que recogió en la década 1920-30 una media de 83.000 tn/año de remolacha y de 73.000 tn/años en la década 1930-40, bajó en la década de los cuarenta a una media de 47.000 tn/año de remolacha entregada.

La intervención del Estado en la agricultura organiza la producción de la remolacha del país y establece un nuevo modelo de contrato para las contrataciones común a todas las fábricas del país, similar al antes comentado. Se delimitan las zonas donde se puede cultivar, además de fijar el precio mínimo cada año por tonelada entregada y se asigna a cada fabrica un cupo máximo de producción.

Comparando el nuevo modelo de contrato impuesto desde Gobierno Central a los agricultores con el que suministraba la azucarera a principios de siglo, compruebo que las formas de trabajo y organización son similares, con algunos detalles y puntualizaciones. Destaco tres pequeñas matizaciones;

-           Las semillas suministradas en 1914 eran gratis para el agricultor; posteriormente en los contratos de los años cuarenta el coste de las semillas será descontado del pago de la remolacha.

-           A principios de siglo la fábrica no ofrecía la posibilidad de adelantos por la remolacha a suministrar, hecho que si cita posteriormente, cumpliendo determinados requisitos.

-          La tercera diferencia hace referencia al descuento aplicado en las básculas. En los nuevos contratos determinados por el Estado se estima un máximo descuento en el peso de la remolacha de un 8% y un 12% si la recolección fuera en época de lluvias. Los contratos de principios de siglo no citan descuentos máximos.

 
Los años cincuenta son años de cambio con la apertura del país hacia el exterior y con la implantación del Plan de Estabilización en 1959, que relanzó la economía y la comenzó a integrar dentro del conjunto de países europeos.

En esta década de los cincuenta las azucareras, con tecnología muy retrasada respecto de los países europeos por los años de aislamiento, comienzan a invertir en la electrificación de las mismas tras años movidos por la fuerza motriz del vapor; se cambian las turbinas y maquinaria buscando una mayor capacidad de molienda diaria. Las superficie cultivada se recupera y en esta década se alterna años de exceso de producción y excedentes durante los primeros años del decenio con años de déficit e importaciones y por tanto un incremento en el precio de la remolacha. En Epila se vuelven a alcanzar la media de 72.000 toneladas de remolacha recogida, volviendo por tanto a valores de la década de los veinte. Años de intenso cultivo en Salillas, bien recordados por los agricultores de entonces.   

Los años sesenta se presentaron con grandes cambios en la distribución del cultivo en España que supusieron el final de la industria azucarera en Epila y una gran reducción en su cultivo en el valle del Ebro.
 

7.- El cultivo de la Remolacha en Salillas de Jalón: recuerdos de los agricultores.

7.1 De la siembra a la recolección.

Gracias a la buena memoria de los agricultores veteranos de Salillas podemos comprender todo el ciclo de la remolacha, una vez tenemos una visión general de lo que ha supuesto el cultivo de esta raíz en España y en particular en el valle del Jalón.

El cultivo de la remolacha es recordado por todos los agricultores como un trabajo duro y exigente físicamente ya que todo el ciclo se trabajaba con herramientas manuales; los tractores aparecieron en los últimos años de su cultivo en Salillas y solamente en aquellas casas de mayor capacidad económica, antes de la expansión generaliza a finales de los sesenta, cuando su cultivo habia casi desaparecido de la vega del Jalón.

Su cultivo comenzaba a finales de invierno con la preparación de la tierra que es removida,  volteada y aireada con brutones, vertederas o brabantes tirados por machos o caballerías; posteriormente se pasaba una “tabla” para alisar y aplanar el terreno. Para acabar de preparar el campo se debía “alomarlo” (formar lomos) pasando un aladro tirado por caballerías que iba acumulando la tierra en los lados formando los lomos lineales y paralelos separados entre sí por un surco.

La siembra directa con semillas (no se recuerda el sistema de trasplante en el pueblo) se realizaba a finales de marzo o principios de abril manualmente; para ello el agricultor realizaba los agujeros en los lomos a golpe de azadilla introduciendo en cada hoyo varias semillas con el objetivo de asegurar al menos el nacimiento de alguna de ellas. La separación entre dos agujeros consecutivos era de unos 20 cm, mientras que los lomos estaban separadas entre si alrededor de 40 cm. Las semillas eran entregadas por la fábrica azucarera a cada agricultor y el coste de estas semillas era descontado posteriormente en el pago de la remolacha al final de cada campaña. Cada agricultor gastaba entre 1 y 2 kg de semilla por anega, en función de la habilidad y destreza para dejar caer las semillas justas.

Para evitar el ataque de la pulguilla se fumigaban los campos de remolacha con plaguicidas en polvo aplicado a mano o gracias a rudimentarias mochilas.

Hacia el mes de mayo, una vez comenzaba a crecer, se debía seleccionar una a una la mejor planta de remolacha de entre las varias que crecían en cada uno de los hoyos plantados, por lo que se arrancaban las que no eran validas con un simple tirón a mano. Entre los vecinos esta faena de aclarar o esclarecer la remolacha se denominaba coloquialmente “exmatar”.

"Entrecavar" o quitar las malas hierbas que podían crecer entre los surcos y que hacían competencia al desarrollo de la remolacha, era una labor que realizaban los hombres de la casa ayudados por un azadón.

Durante el crecimiento de la planta el agricultor podía abonar el campo con Nitrato de Chile; dicho abono le era suministrado por la fábrica azucarera, y el coste de lo que adquiriese era descontado en el pago de la remolacha al final de la campaña. Algunas familias aprovechaban el estiércol que obtenían de sus propios animales para abonar los campos, ahorrándose algo de dinero en la compra de abonos.
 

 
Antiguo Cartel Nitrato de Chile en Alagón
 
 

Se regaba a manta una vez cada quince días, siempre y cuando el río Jalón, sin regular, dispusiera de agua en especial en los meses de verano. Si no se disponía de agua por falta de caudal en el río, la propia planta utilizaba sus recursos propios que almacenaba en la raíz para sobrevivir, perdiendo poco a poco peso y por tanto rentabilidad para el agricultor.

La recolección de la remolacha se realizaba manualmente comenzando a finales del mes de noviembre y durante diciembre y parte de enero, participando para ello toda la mano de obra disponible en la familia. Se utilizaba un "gancho" o herramienta formada por dos dientes metálicos en forma de “U” con mango de madera que se clavaba justo detrás de cada planta de remolacha intentando siempre no dañar la raíz; haciendo palanca con la tierra se extraía fácilmente la raíz de la remolacha. La remolacha arrancada se iba almacenando en montones a lo largo del campo. Una vez ha sido toda arrancada y amontonada, se descoronaba o de forma coloquial “esculaba”. Para este trabajo se utilizaba un cuchillo y con un solo golpe se separaba la raíz del tallo formado por varias hojas verdes. Para organizar el trabajo de descoronar la remolacha, cada cuatro montones de remolacha recién arrancada que formase un cuadrilátero se formaba en su centro un nuevo montón con la raíz ya separada de la planta; las mujeres de la casa eran las encargadas de realizar este duro trabajo de rodillas y ayudadas por un saco de paja a modo de cojín que les ayudase a soportar la incómoda posición durante horas en largas jornadas de trabajo en pleno invierno. Posteriormente se solían tapar los nuevos montones de remolacha con los restos verdes de las plantas de la remolacha para protegerla de los fríos y evitar su congelación antes de recogerla en los carros los días siguientes. En los difíciles años de la postguerra se recuerda la llegada de cuadrillas de mujeres de Lucena a "escular", obteniendo por su trabajo los restos verdes separados de la raíz de la remolacha, con el único objeto de conseguir alimentos para el ganado. Esta labor de escular, junto con el trabajo de exmatar, fueron las únicas tareas donde las mujeres de las casas de Salillas colaboraban en todo el ciclo de la remolacha.
 
 
GANCHO PARA ARRANCAR REMOLACHA

Acumulada la raíz limpia en montones en el campo se subían al carro o galera de una en una con las manos o se utilizaban “espuertas” que eran unos cestos de mimbre circulares con dos asas y con muy poco fondo.


Antigua Espuerta
 
Una vez cargada la remolacha en el carro los restos de la planta eran extendidos en el campo mediante horcas para luego ser aprovechados como alimentos para el ganado de la casa. Los rendimientos en el cultivo de la remolacha se recuerdan entre 1,5 y 2´5 toneladas por anega en un año normal, pudiendo alcanzar las 3 toneladas o más en un buen año. (1 anega= 714 m2).

La remolacha era trasladada desde el campo hasta las básculas del pueblo situadas en la Avenida de La Estación, muy próximas a la estación de ferrocarril. El camino del campo a la báscula tampoco era fácil, con unos caminos malos y embarrados en el invierno y las calles del pueblo sin asfaltar. Muchos agricultores recuerdan los problemas que tenían para llegar a las básculas, al tener que superar la cuesta de entrada a Salillas junto a la fuente, la cuesta del molino, la estrecha calle del horno o la cuesta del "Sevillano" camino de Mareca. Los carros cargados de remolacha se quedaban atascados en las profundas rodadas y surcos, por lo que debían pedir ayuda e ir en busca de más caballerías y machos para poder sacar los carros. El camino del campo a la básculas que hoy parecería tan sencillo, rápido y corto, se convertia años atrás en una aventura donde se llegaban a invertir varias horas en el peor de los casos.

 
7.2 Sistemas de explotación y rotación de cultivos.

La explotación directa del campo por sus propietarios fue la forma habitual de trabajo en Salillas, pero la mala distribución de las parcelas concentradas en pocas manos (ver apunte “La vida en Salillas durante el siglo XX (1900-1980)”) condujo otra manera peculiar de explotación que fue la "aparcería", es decir la cesión de un campo por el propietario a un tercero a cambio de una participación en los resultados. Los pactos “a la cuarta" fueron frecuentes en Salillas de forma que una vez era recogida la cosecha, el 75% era para el propietario del terreno y el 25% para el jornalero. Por tanto en este sistema el dueño simplemente cedía un campo para la siembra, mientras el jornalero que se acogía a este sistema de explotación “a la cuarta” era quien realizaba todo el trabajo y esfuerzo desde la siembra hasta la recolección de la remolacha. En el momento de recogerla y ser trasladada a las básculas el dueño aparecía aportando generalmente el carro y las caballerías para sacar la remolacha del campo y llevarla a la báscula.

Aunque la mayoría de los campos cultivados estaban junto al río Jalón, en la vega, también se recuerdan plantaciones de remolacha “a la cuarta” en la finca de la Hoya, donde su anterior dueña La Duquesa de Alba, cedía campos "a la cuarta" a los agricultores y jornaleros de Salillas. Gracias a un pozo y una balsa era posible el riego en esta finca alejada de las huertas y campos junto al río.

Normalmente no se plantaban dos años seguidos remolacha en la misma parcela. Lo más frecuente era alternar la remolacha con otros cultivos, generalmente cereales, incluso dejarlo en barbecho si la situación económica familiar lo permitía. Entre tres y cinco años se esperaba para volver a plantar en el mismo campo remolacha, ya que su cultivo castigaba y agotaba el suelo y debía tener tiempo para recuperarse. También recuerdan los vecinos situaciones donde la necesidad se imponía y tras recoger la cosecha de remolacha entre noviembre y diciembre se preparaba rápidamente el campo para sembrar trigo que se recogía para junio o julio. Incluso se recuerda, en casos extremos, de plantar alfalfa un mes antes de recoger el trigo , de forma que cuando se segase el trigo la alfalfa ya hubiera nacido; de esta forma se podían aprovechar un par de cortes antes del invierno. Los rendimientos del trigo y alfalfa eran bastantes pobres, pero no se podía dejar descansar el campo; el hambre estaba cerca en los años de la postguerra.
 

7-.3 El contrato entre los agricultores de Salillas y las fábricas azucareras.

Antes de empezar la campaña cada agricultor establecía un contrato con la fábrica a la que iba a entregar la remolacha. En los contratos firmados por los agricultores se declaraba la superficie cultivada, la ubicación de las fincas, el precio y la cantidad (aproximada) de toneladas a producir. Con todos los contratos la fábrica realizaba una previsión de la producción que iba a recoger y asignaba a cada agricultor unos cupos diarios máximos de remolacha que podía entregar cada día en la báscula, hasta alcanzar el total pactado de cosecha.

Una de las clausulas del contrato era la entrega de semillas a los agricultores. Entre las semillas aportadas por la azucarera a cada agricultor siempre había algunas denominadas "testigo" cuyo objeto era asegurarse la azucarera que habían sido plantadas las semillas entregadas al agricultor y no otras. Con estas semillas testigo, imperceptibles al agricultor durante la siembra, crecía un planta similar a la remolacha pero fácilmente identificable por su color y forma cuando los inspectores de las fábricas azucareras se acercaban a comprobar el cumplimiento de los contratos por los agricultores tanto en las superficies cultivadas, fincas declaradas, así como en las semillas utilizadas. Tentador era para el agricultor plantar remolacha forrajera, en un intento de engañar a la fábrica; este tipo de remolacha no contiene azúcar, es más gorda y similar a la remolacha azucarera, era utilizada como alimento para el ganado, pero no era aceptada por la azucarera.

 
Aunque cada agricultor había formalizado en el contrato a quien vender la remolacha, los agricultores más mayores aun recuerdan a los trabajadores de las básculas ofrecerles en la entrada del pueblo con los carros cargados de remolacha cajetillas de tabaco e incluso la promesa de pesar sin descuento en la báscula, en un intento de convencerlos para venderles a ellos la cosecha, independientemente de con quién hubiese contratado. La picaresca estaba presente en la compra-venta de la remolacha.

Una ventaja que ofrecía la fabrica azucarera era la posibilidad de conseguir adelantos o anticipos en el cobro de la cosecha ante posibles dificultades económicas. Dicho anticipo estaba en función de la superficie cultivada, y el importe del anticipo se descontaba al finalizar la campaña en el pago de la remolacha.

 
Cada una de las fábricas azucareras tenía presente de manera continua en el pueblo un representante que gestionaba todos sus asuntos: formalización de contratos, suministro de semillas y abonos, etc, todo ello bien controlado y documentado mediante libros contables; además disponía de un pequeño almacén para guardar las semillas y abonos que recibía de la fabrica. Este representante era un vecino que obtenía con este empleo parcial un complemento a sus rentas.

Su labor comenzaba con la recepción de las semillas y abonos por ferrocarril semanas antes de comenzar la campaña de la siembra. Duro trabajo era el descargar los sacos de semillas y abonos de 100kg desde el tren hasta los carros para llevarlos al almacén correspondiente, para luego repartirlos entre los agricultores. Durante la campaña de recolección estaba presente en la báscula actuando como escribiente.

 
Trabajando para la fábrica azucarera de Epila se recuerda a Lucas Egido y posteriormente a Tomas Egido, con un pequeño almacén arrendado justo enfrente de las actuales escuelas, donde guardaba las semillas y abonos. Para la fábrica azucarera de Casetas fue Pascual Serrano quien trabajó durante unos años como representante.


7.4 -Las Básculas y los trabajadores en la campaña de recolección:

Se recuerdan tres básculas en activo pertenecientes a cada una de las tres grandes empresas que controlaban la recogida de remolacha en Salillas de Jalón:

 
-          La báscula de la SGAE cuya remolacha iba para su fábrica en Casetas, estaba ubicada subiendo a la estación desde la plaza a la izquierda. Posteriormente se utilizó como báscula municipal. Hoy día todavía podemos contemplar la caseta del pesaje cerrada y cada vez más deteriorada.

 
Caseta Bascula de Casetas
 

 
Bascula de Casetas


-           La báscula de la CIA cuya remolacha iba para la fábrica en Epila, estaba ubicada subiendo a la estación a la derecha. Actualmente está un reciento privado; su pequeño tejado era visible desde la calle hasta hace poco tiempo en que fue derribada.
 

-          La báscula de la EBRO cuya remolacha se llevaba a la fábrica azucarera en Luceni, estaba ubicada subiendo a la estación a la izquierda, próxima a la báscula de Casetas y la más cercana a la estación. Una vez desaparecida la remolacha su caseta fue utilizada como oficina de correos durante unos cuantos años. Actualmente no queda ningún rastro de su existencia. Esta fue la báscula que menos trabajo tuvo según los recuerdos de los vecinos.


Pocos vecinos recuerdan momentos con las tres básculas trabajando. Cerró la bascula de Luceni en primer lugar, muchos antes de que las básculas de Epila y Casetas dejaran de funcionar.
 
Las básculas eran controladas por personal de las diferentes fábricas que acudían cada año durante la temporada a recoger la remolacha contratada. Cuatro trabajadores se recuerdan inicialmente en cada bascula, cada uno con su papel en este proceso: el pesador, escribiente, receptor y descuentero. Comentaremos la labor de cada uno de ellos:
 
- El Pesador era el encargado del correcto funcionamiento de la báscula; algunos agricultores tenían sus dudas sobre la exactitud en el pesado de sus carros.
- El Escribiente era el encargado de la burocracia en todo el proceso del pesaje. Anotaba en sus libros contables el peso de la cantidad entregada en la báscula por cada agricultor, el descuento asignado y entregaba el vale por el importe total de la cosecha entregada.
- Receptor era el jefe del equipo, representante y relaciones publicas de la azucarera, organizando la llegada de la mercancía y resolviendo conflictos con los agricultores.
- El Descuentero era el personaje del pesaje más temido por los agricultores ya que imponía los oportunos descuentos en el pesado según la tierra y barro que traía la remolacha, resultando siempre excesivos para los agricultores.
Posteriormente los cuatro trabajadores se redujeron a tres al juntarse la labor del Receptor y el Descuentero en uno solo.
 
Además de los trabajadores de las básculas podemos citar otros dos trabajos relacionados con el buen funcionamiento y desarrollo de la recepción de la remolacha, con distinta presencia en Salillas de Jalón.

En el pesaje de los carros y galeras los agricultores contaban con un “Veedor”, persona contratada por los Sindicatos Agrícolas de la Provincia de Zaragoza que velaba por los intereses de los agricultores, controlando el correcto funcionamiento de las básculas e intentando evitar los descuentos abusivos, pero denunciando también a los agricultores que querían hacer trampas; muchos agricultores pusieron en duda la eficacia de su trabajo; su presencia es bien recordada en las basculas en Epila pero no en Salillas de Jalón, sin haber podido encontrar razón alguna para su ausencia.

Ante la gran cantidad de remolacha acumulada en montones o “sierras” próximos a la estación, en los vagones cargados en las vías muertas y en los carros estacionados cerca de las básculas, que incluso pasaban allí la noche esperando ser entregada, dos vigilantes a turnos uno por el día y otro por la noche controlaban y evitaban los robos de mercancía. Los hermanos Carmelo y Lorenzo fueron durante años los encargados de vigilar la estación y su entorno.
 
7.5.- El pesaje y el transporte de la remolacha a las fabricas.

Una vez cargada la remolacha los agricultores llevaban a las básculas sus carros y galeras para pesar y descargar; aunque inicialmente se entregaba por orden de llegada a la báscula, las disputas entre agricultores y el exceso de remolacha diario recogido en las básculas y acumulado en la estación obligó a establecer unas normas para imponer cierto orden. De esta manera cada agricultor podía entregar en cada viaje un cupo máximo de remolacha en función de las anegas cultivadas, estableciendo los trabajadores de las básculas un orden de entrega y un máximo de toneladas recogidas al día de remolacha en función de las necesidades y la capacidad de la azucarera. Además se establecieron días alternos para la entrega de la remolacha por los agricultores de Salillas y Lucena, que también acudían a las básculas. Por este motivo muchos carros se quedaban por la noche cargados junto a las básculas esperando hasta el día siguiente para poder ser entregada. No se recuerda ningún carro de remolacha sin ser entregado a la fábrica a pesar de haber superado el total pactado a producir en el contrato, algo lógico ya que era muy complicado predecir la producción a obtener antes de empezar la campaña. Cuando las básculas cerraban todavía los agricultores más rezagados podían entregar sus carros de remolacha directamente en la azucarera de Epila.

Para calcular el peso de la remolacha entregada se pesaba en la báscula el carro o galera llena, posteriormente se descargaba la remolacha en las eras junto a la estación o directamente en el vagón de tren. Antes de ser descargada el descuentero se subía al carro y tras examinar la remolacha le comentaba al agricultor el descuento que le iba a aplicar por el barro y tierra que traía pegada la remolacha y la que había en el fondo del carro. Este porcentaje estaba entre un 5–10% del peso, pudiendo ser mayor si la recolección coincidía con un periodo de lluvias. Una vez descargada se volvía a pesar el carro vacío para calcular por diferencias el peso de la remolacha y aplicar seguidamente el descuento asignado. El escribiente anotaba el peso y el descuento en su libro contable y entregaba al agricultor un vale con el que poder cobrar la remolacha. Con dicho vale se acercaba a las Oficinas de Azucarera de Epila para recoger un cheque que canjeaba posteriormente en el banco.
 
Si el agricultor no estaba de acuerdo con el descuento a aplicar podía exigir al descuentero que se le tomase una muestra para calcular de manera exacta el descuento. Para ello tanto el agricultor como el descuentero cogían cada uno una horcada de remolacha, para ser pesada posteriormente en bruto dentro de un conacho y luego tras ser limpiada de tierra y barro, incluso con cepillo, volver a ser pesada para calcular la diferencia y sacar el descuento a aplicar a todo el carro. La tensión y control entre ambas partes estaba presente.
La remolacha acumulada en grandes montones era cargada en los vagones del tren gracias a varios jornaleros contratados a destajo por la fábrica, generalmente vecinos de Salillas. Con horcas metálicas con pequeñas bolas en las puntas para no pinchar y estropear la remolachas se llenaban los conachos que, con capacidad entre 25-30 kg y cargados al hombro, se subían al vagón aprovechando un tablón para su acceso a la parte superior a modo de plano inclinado. Casi a diario un tren, coloquialmente "el remolachero", recogía los vagones llenos para llevarlos a la fábrica de Epila y dejaba vagones vacíos; estos tenían una capacidad de entre 10 toneladas los más pequeños y 20 los más grandes.
La remolacha recogida para la fábrica de Casetas se almacenaba junto a su báscula; una vez acabada la campaña se llegaba a un acuerdo con la fábrica de Epila, de forma que la fábrica de Epila se quedaba con la remolacha de Casetas ante la proximidad de su fábrica, mientras que la fábrica de Casetas se quedaba con la remolacha contratada y recogida por las basculas de Epila en las proximidades de Casetas. Este sistema de intercambio de remolacha por proximidad a la fabricas supuso un ahorro para ambas partes en los costes de transporte.
La remolacha recogida en Salillas viajó siempre en tren a las fábricas azucareras, no llegándose a conocer el transporte por camión.
Durante muchos años de funcionamiento la azucarera entregaba a cada agricultor un kilo de azúcar por cada tonelada de remolacha entregada a un precio simbólico, así como la posibilidad de comprar en la fábrica "pulpa"(subproducto obtenido de la remolacha) para consumo animal a un precio reducido.
Alrededor de media docena de vecinos de Salillas llegaron a desplazarse a la fábrica de Epila en la década de los sesenta. En bici, motocicleta o andando, aprovechando el estrecho camino pegado a la vía del tren, actualmente desaparecido, recorrían los 6 km de distancia. El sonido de la sirena que anunciaba el cambio de turno de trabajo se escuchaba incluso desde Salillas.

 
Vistas  Chimeneas de azucarera de Epila desde Salillas



7.7- El final del cultivo de la remolacha en los campos de Salillas de Jalón

La repuesta a cuál fue el motivo por el que se dejó de plantar remolacha en los campos de Salillas ha sido en la mayoría de mis conversaciones la misma: “la remolacha ya no rendía”. Esta frase esconde varias razones que llevaron a su fin y que pasamos a comentar:


-          Por una parte la obligación de la Azucarera de utilizar semillas cuya remolacha resultante era cada vez más pequeña y por tanto con menos peso, pero mucho más rica en azúcar. Al pagar la remolacha en peso el agricultor percibía cada vez menos por su cosecha, desincentivando su cultivo.

-          Otra razón importante fue el agotamiento del suelo. El cultivo de remolacha castigaba mucho el suelo y tras más de sesenta años de cultivos los rendimientos eran cada vez menores, por lo que cada vez se debían dejar descansar mas años los campos con otros cultivos o en barbecho hasta poder volver a plantar remolacha, con inciertos resultados futuros.

-          La aparición de nuevos cultivos como el maíz y alfalfa, y posteriormente los frutales, en especial la manzana, con buenas expectativas de mercado, y buenos precios iniciales facilitaron el cambio.

 
Además la fábrica de Epila cierra sus instalaciones a finales de los años sesenta (1969) y se traslada a Jerez de la Frontera (Cádiz), ofreciendo a sus trabajadores la posibilidad de continuar trabajando en su nueva localización. Al mismo tiempo la producción de azúcar en España se reestructura y el valle del Ebro y el Jalón pierden gran importancia a nivel nacional, trasladándose la mayor parte de su cultivo al sur de España. Los agricultores del valle del Jalón destinaron sus campos a la producción de nuevos cultivos.

 

 
Aunque hacia mitad de los sesenta el cultivo cayó drásticamente en Salillas hasta casi desaparecer, algún vecino aun recuerda cultivar algo de remolacha una vez cerrada la Azucarera de Epila y llevar la cosecha directamente a la Azucarera de Luceni con el remolque y tractor.
 
Ante el abandono del cultivo de la remolacha las básculas de Salillas dejan de funcionar. Sus dueños, las fábricas azucareras, venden a varios vecinos del pueblo las básculas y eras circundantes, que son  aprovechadas para construir nuevas edificaciones y almacenes, modificando el entorno de la estación.
 
 Un cultivo que ha pasado a la historia de las gentes de Salillas de Jalón y que es recordado con unos versos que muestran el sentir del agricultor en su lucha anual contra las plagas y las azucareras:
     
             “ La remolacha en el campo,

              se la come la pulgilla

              y en llegando a la estación

              el peso y la basculilla”

 
Una vez más agradecer a los agricultores su paciencia y  buena disposición a recordar viejas historias que nos sirven para aprender un poco más sobre el pasado reciente de Salillas de Jalón.

Hasta la próxima

           Pablo Founaud

 
.BIBLIOGRAFÍA:

-          La remolacha en y la Industria Azucarera en la Economía Aragonesa: Félix Asín, Jose Maria Campo y otros. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja 1981.

-          Las Azucareras. La revolución Industrial en Aragón. José Antonio Gracia Guillén. Editorial Mira 2005.

-          Instrucciones para el cultivo de la remolacha azucarera en regadío, por Guillermo Quintanilla. Hoja Divulgativa por el Ministerio de Agricultura, de Febrero 1938.

-          Archivo Diputación Pronvincial de Zaragoza.

-          Hemeroteca Biblioteca Nacional de España. http://hemerotecadigital.bne.es www.bne.

-    Hemeroteca Diario del Altoaragon